Turno Vespertino
Ninguna fuente de mayor inspiración para crear leyendas urbanas durante la niñez y la adolescencia, que el turno vespertino de nuestra propia escuela. Hechos que nos parecían increíbles por su realismo: la chavita que se cortó las venas en el baño, la parejita sorprendida en plena faena en el taller de Electrónica; por su extravagancia: el puprite que amanecía colgado de la copa de un árbol, la destrucción de la herrería de las ventanas, el grafitti en lugares inalcanzables.
O lo peor, cuando dejaba de ser leyenda y nos alcanzaba: la madriza que le dieron a un compa por querer quedar bien con una de las 'de la tarde'. Por lo mismo hasta hubo 'careo'. Si, al más puro estilo del MP. "Identifica a tus compañeros que te agredieron". Boleto seguro para otra madriza segura y sin misericordia de por medio.
Siempre me paereció de los más extraño. Algo así como el mundo Bizarro del enemigo del Superman: las niñas parecían niños y los niños hacía rato que habían dejado de serlo. Ahora eran unos huevonazos azote del mismo Atila. Hasta los hermanitos de mis compañeros parecían cambiar al ser iluminados por el sol de las 3 de la tarde, enfundados en el eterno suéter verde y pantalón de Gales color gris. La hora en que el mundo se invertía.
Reprobar o ser un inadaptado del turno matutino, eran pretextos suficientes para ser condenado al Inframundo.
Finalmente me tocó vivir ese imaginado inframundo. El Turno Vespertino en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. En el edificio del Anexo, junto a Contaduría y frente a Ciencias. Nada más lejos de mis temores secunderiles. Despertaba a las 8, desayunaba en familia, a chingarle a la tarea y todavía tiempo para otra siestecita y la comida. A la escuela a las 15 hrs y de regreso a las 22. Tiempo de sobra. Los camaradas a toda madre. Hasta la chica de la tiendita me sonreía, igual que hacía con los otros 1,000 cabrones del turno.
Sólo una vez fui testigo del agandalle vespertino. Cuando algunos Ultras llegaron al Anexo de Ingeniería, ya de noche, y al grito de "¡si corren los madreamos!", bajaron en tropel del autobús que habían tomado prestado. Simplemente pasaron de largo hacia el fondo del Anexo, con rumbo al Estadio de Prácticas para la 'quema del burro'. Yo por las dudas, mejor no corrí.